Trastorno del aprendizaje

Este término surgió en la década de los 60 del siglo pasado para designar la dificultad o alteración que presenta un estudiante cuyas capacidades de aprendizaje se consideran normales en los procesos psicológicos básicos implicados en determinados aspectos del aprendizaje, como son la comprensión y producción de procesos lingüísticos o matemáticos. Esta dificultad no se debe a problemas o discapacidades auditivas, visuales, motoras o mentales, y se traduce en un rendimiento escolar significativamente inferior al de la mayoría de los alumnos de su misma edad.

En un gran porcentaje de los casos son los mismos profesores los que detectan la existencia de estos trastornos, y son ellos también los que han de encargarse, dentro de lo posible y de acuerdo con los medios de que dispongan, de proporcionarles la ayuda necesaria para que puedan superarlos e integrarse en la marcha normal de la clase. Para ello, el profesor ha de llevar a cabo una labor investigadora acerca de los estudiantes en cuestión, de manera que pueda establecer cuál es el problema y las posibles causas del mismo, modificar o cambiar los métodos de enseñanza, adaptar junto con dichos métodos las actividades a realizar por los estudiantes e incluso el material didáctico empleado, y realizar programas de estudio adaptados a las necesidades de los alumnos; todo esto, en colaboración con otros profesionales de la docencia o la psicología y demás personal de apoyo. No se puede hablar de un único método de enseñanza efectivo para estudiantes con este tipo de problemas; el éxito o fracaso de los mismos está condicionado por factores como la motivación, la implementación de un refuerzo educativo positivo, el estudio en profundidad de las características particulares de los síntomas en cada caso o el tiempo y la atención que se dedique a estos alumnos. Ejemplos de trastornos de aprendizaje específicos en el área lingüística son la dislexia y la disgrafia.